Por otra parte, es un hecho que el consumo de bebidas alcohólicas es aceptado por la sociedad y comercialmente estimulado. Cualquier celebración implica un brindis o tomar una copa para festejar. Esta exaltación del alcohol ha llevado a una serie de mitos y falsos conceptos respecto a su relación con la sexualidad. La más generalizada es que el alcohol facilita y mejora el desempeño sexual.
La verdad es que el alcohol es un depresor del sistema nervioso central; por ello, en dosis bajas tiene un efecto relajante y desinhibidor; esto quiere decir que con pequeñas dosis de alcohol nos sentimos más tranquilos y en ocasiones es más fácil atrevernos a hacer cosas que de otra manera nos darían vergüenza.
Pero por otro lado, las dosis más elevadas crean un estado de pérdida de contacto con la realidad, y lejos de servir como estimulante o mejorar el funcionamiento sexual en realidad lo inhibe.
Podemos entonces decir que el alcohol tiene efectos contradictorios. Por un lado deprime la respuesta sexual y por otro desinhibe y relaja al individuo. Encontrar un equilibrio entre estos dos efectos no es tan fácil. Esto si nos referimos al consumo de alcohol social. Pues en los bebedores crónicos la erección se va haciendo cada vez más difícil, algunos llegan a la imposibilidad erectiva total. Y algunas mujeres presentan problemas con su excitación, con una adecuada lubricación y con la obtención del orgasmo y en muchos más casos de los que se cree, las mujeres bajo el efecto del alcohol son presas fáciles de los abusos y la agresión sexual.