jueves, 15 de mayo de 2008

¿Es normal lo que nos pasa? Etapas en pareja

Claudia Campos. MHS
Las personas experimentamos distintas emociones, sensaciones y situaciones en las diversas etapas de la vida. La pareja, como cualquier sistema vivo cambia permanentemente y evoluciona. Por eso las parejas pueden vivir ciclos más cortos o más largos. Pueden durar un día o toda una vida. Y no es igual cuando nace que en la mitad del ciclo, o al final del mismo.
Las parejas pueden formarse respondiendo a distintos tipos de motivación y en diferentes etapas de la vida de las personas. Aunque los motivos para unirse en pareja son diferentes para cada persona, podríamos decir que aun la motivación fundamental es el amor (el enamoramiento) y un proyecto de vida en común.
Podríamos decir que hay un ciclo de vida de una pareja basada en el enamoramiento, en las siguientes etapas:
EL FLECHAZO. Es un instante de deslumbramiento, el momento en el que se produce el chispazo, se descubre “la química”. Aunque no conozcamos al otro, proyectamos en él nuestras ilusiones, deseos y fantasías. Nuestra imaginación vuela y no necesariamente coincide con la realidad. Es el momento del imán, la atracción inexplicable hacia el otro, ese “no-sé-qué” que nos gusta. Nuestra sexualidad y el deseo también acompañan estos vuelos imaginativos. Sentimos mariposas en el estómago ante la inminente presencia de nuestro objeto del deseo, escalofríos, sudor, excitación, nerviosismo y ansias por el contacto físico. Dura aproximadamente 2 meses.
ENAMORAMIENTO. Es la etapa de la pasión amorosa. Dura más que la etapa anterior (aproximadamente 6 meses). Es una fuente de energía e intimidad. Nos vamos conociendo, pasamos mucho tiempo juntos, fluctúan ilusiones y desilusiones, justamente a raíz del proceso de irnos conociendo y saber cómo es el otro de verdad. Comenzamos a pensar en “nosotros”, y a tener la necesidad de proyectos compartidos. En esta etapa la sexualidad está a flor de piel, muy activa, suele haber contacto sexual corporal, genital y coital permanente.
FORMACIÓN DE ESTABILIDAD. Se descubren las posibilidades y límites de la relación, aprendemos a compartir y a conocer a quien nos acompaña. Es una etapa difícil, de adaptación mutua, en la cual el proyecto es consolidar el “nosotros” y aprender a crecer de a dos. Desde el punto de vista sexual, vamos conociendo qué nos gusta del otro; la relación sexual se va estabilizando y muchas veces disminuye un poco en frecuencia, pero no necesariamente en intensidad. El grado de intimidad se incrementa por el aumento de la confianza y el conocimiento mutuos.
AFIRMACIÓN. En etapa se produce el aprendizaje de la convivencia. Hay que aprender a negociar, a compartir roles, a aceptar las diferencias, a resolver las dificultades y conflictos. Se produce también una lucha por el poder, peleamos a ver quién tiene la razón, quién se somete y quién es sometido. Es el momento de la formación de la familia, con la llegada de los hijos, lo cual genera un cambio (la primera crisis vital importante y universal) en el sistema familiar formado antes solamente por los integrantes de la pareja. Ahora, hay que adaptarse a los nuevos roles parentales, donde los hijos se interponen y se modifica la intimidad en la pareja. La sexualidad se condiciona a la presencia de los hijos, tenemos que esperar que se duerman o se vayan a otro lado, o dejarlos con alguien para “escaparnos” a estar solos. Los niveles de expresividad sexual deben cambiar para adaptarse a la nueva situación.
LA MITAD DE LA VIDA. Se produce aproximadamente entre los 35 y los 50 años de vida de las personas. En esta etapa nos encontramos en medio de la crisis de pareja con nuestras crisis personales relacionadas e interactuando con las de nuestros hijos (adolescentes), nuestros padres (en su tercera edad) lo cual en ocasiones puede llegar a generar una gran crisis familiar. Es una etapa difícil, de replanteos y de balances personales y conyugales. Solemos pensar qué proyectos cumplimos y cuáles no. Desde el punto de vista sexual hay rutinas, muchas veces falta de comunicación. Y en ocasiones no encontramos en el otro la posible satisfacción de nuestras cambiantes necesidades. Se necesita fortalecer la autoestima y puede buscarse fuera de la pareja lo que no se encuentra en ella. Es por esto que en esta etapa es cuando se producen en general los mayores índices de infidelidad. Si no prestamos suficiente atención a la satisfacción de necesidades mutuas, puede ser una fase dolorosa.
MADUREZ Y VEJEZ. En este momento, los hijos ya son grandes, se van de la casa y los integrantes de la pareja se quedan nuevamente solos. Se produce en este momento otra de las grandes crisis evolutivas universales en la pareja. ¿Qué sucede con la intimidad, la sexualidad y el amor? Pueden producirse dos situaciones extremas. En una, se genera un reencuentro: los integrantes de la pareja nos volvemos a encontrar (“volvemos a ser novios”) y si está todo bien, nos re-elegimos, nos conquistamos nuevamente y re-vivimos juntos situaciones de plenitud (irse de viaje, compartir paseos, estar solos de nuevo), con un resurgimiento sexual que puede ser tanto genital como afectivo. También si nos lo permitimos, hay una liberación en el goce de la sexualidad porque ya no existen barreras como la posibilidad de un embarazo, ni la presencia de otras personas (por ejemplo, los hijos) que inhiben la expresividad sexual. En el segundo caso, puede suceder que se hayan producido crisis accidentales o de cualquier otro tipo y los miembros de la pareja se sienten como dos extraños. No se reconocen ni encuentran de dónde sostenerse para mantener la relación y entonces puede producirse la ruptura.

Cada pareja es un mundo. Nos pasan cosas distintas, en momentos diferentes, pero en algunos casos hay coincidencias y situaciones más o menos universales. La clave está en reconocerlas y aceptarlas para cambiar aquellas que podemos y convivir lo más pacífica y serenamente con las que no pueden modificarse.

jueves, 8 de mayo de 2008

¿No hay tiempo para el amor?

Claudia Campos. MHS

Muchas parejas se quejan de que “ya no tienen tiempo para hacer el amor”, y la excusa que dan es que “sus actividades los mantienen demasiado ocupados”. En casos como éstos, ambos miembros de la pareja deben escoger determinados momentos para disfrutar la intimidad... ¡a pesar de todo!.
Aunque pueda parecer algo bastante calculado y frío el reservar ratos para el sexo, es una medida efectiva que resuelve una situación de alejamiento inconsciente que se produce en muchas parejas. Más que una obligación, al encuentro sexual así programado se le puede dar la importancia de una “cita” romántica. Y bajo ninguna circunstancia –exceptuando una situación de emergencia- se puede permitir que factores ajenos interrumpan esa sita preestablecida. Este método ofrecerá un aliciente para disfrutar más del encuentro sexual cuando éste se produzca.
Aunque muchas parejas no lo reconocen, algunas veces lo que ellos ven como “problemas sexuales” no se trata de otra cosa que de un caso de incompatibilidad de horarios. Si a usted le gusta acostarse temprano mientras su compañero se queda viendo la televisión hasta altas horas de la noche, lo normal es que surjan problemas en sus relaciones íntimas. Es preciso reconocer esto de manera que ambos puedan hacer los ajustes correspondientes, sincronizarse, y así disfrutar de una vida sexual más satisfactoria... y activa.
Tampoco haga el amor con el reloj en la mano, contando los minutos. Infinidad de parejas que tienen demasiadas obligaciones sociales se ven en la necesidad de medir el tiempo que dedican a hacer el amor. Ya sea porque tienen que asistir a un evento determinado, llegar a una cita de negocios, o levantarse muy temprano al otro día, reduciendo así su vida íntima a un período de tiempo marcado estrictamente por el reloj.
En algunas situaciones, esta es la única manera en las parejas pueden tener relaciones sexuales, pero por lo general no resultan gratas. No permita que usted y su pareja se conviertan en esclavos del reloj. Con la prisa rara vez se disfruta a plenitud de la relación sexual, y con el tiempo la intimidad llega a deteriorarse por completo.