Claudia Campos. MHS
Una importante barrera que no permite disfrutar a plenitud la sexualidad, ni entregarse al placer sexual en su totalidad, se llama: miedo.
Miedos ocultos, que son vagos y no razonados, pero no por ello dejan de ser reales para el que los padece.
Miedo a lo religioso, a la crítica, a la entrega, a la concepción, a la intimidad, a expresar los sentimientos por temor al rechazo, y un profundo miedo de no estar a la altura de lo esperado, en una relación sexual.
Pero la verdadera razón de la insatisfacción radica en el miedo; emoción que bloquea a las personas y ocasiona un fuerte conflicto emocional y mental, pero también determina importantes cambios físicos en el cuerpo. Cuando una persona tiene miedo, éste lo puede llevar a conductas de evitación, protección y huida.
Los miedos, pueden tener varios orígenes. Por ejemplo: un hombre que ha tenido problemas de erección o de eyaculación precoz, el temor a un nuevo fracaso, lo introduce en un espiral descendente, donde el miedo que siempre esta presente dispara la adrenalina, con lo cual nuestro sistema sexual se ve afectado, y lógicamente la disfunción sexual, vuelve a repetirse. Ya que una persona asustada, pone en marcha unos reflejos que provocan la secreción de adrenalina, lo cual de inmediato le da la energía y la fuerza para reaccionar ante el peligro. Otra acción de estos reflejos es la de alejar la sangre de los órganos digestivos y reproductores, interfiriendo así en los reflejos que producen la erección y el orgasmo. La adrenalina en este caso funciona como un inhibidor, que afecta los mecanismos sexuales, y que causa estos trastornos.
En el caso de la mujer, el mecanismo es el mismo, y su consecuencia es la incapacidad de lograr un orgasmo (anorgasmia).
De cualquier modo, se debe tener en cuenta que si el miedo esta interfiriendo con nuestra vida sexual y de pareja, es necesario contar con la ayuda de un especialista y sobre todo, ser conscientes de la importancia que un adecuado tratamiento tiene en nuestra calidad de vida y adoptar un tratamiento en el menor tiempo posible.
miércoles, 12 de marzo de 2008
No quiero perder mi libertad
Claudia Campos. MHS
El temor a perder la libertad, se presenta como uno de los principales impedimentos para formar una pareja en la actualidad. La responsabilidad, de llevar adelante una relación tanto para los hombres como para las mujeres, los lleva casi al pánico, los paraliza, hasta el punto que prefieren dar por terminada la relación, antes que continuar pensando en establecer una relación formal. Pero, ¿Qué se esconde detrás de ese miedo, cuál es la libertad que se pierde? Y es que hasta hace unos años todo era más fácil, se llegaba al casamiento y todos sabían los pasos a seguir. El hombre al trabajo, la mujer en la casa; luego la llegada de los hijos, la educación y… Así transcurría la vida en pareja.
Pero todo ese mundo predecible quedo atrás, dejó de funcionar, las formas de amor que vivieron nuestros abuelos y/o padres cambiaron. Las parejas de ahora no son como las de antes. Hoy en día, muchos matrimonios deciden no tener hijos. Muchas mujeres deciden tener hijos, solas. La gran mayoría de mujeres trabajan igual o más que los hombres. Muchos padres que se divorcian deciden hacerse cargo de sus hijos. Las mujeres salen solas con sus amigas. Los hombres con sus amigos. Son muchas las formas de relación que existen.
Entonces ¿por qué el miedo?, si la relación, la libertad, puede abordarse de múltiples maneras. O será que la verdadera razón es el miedo a la responsabilidad y no necesariamente la económica; miedo a la responsabilidad del amor, a la lealtad, a la solidaridad. O miedo al fracaso en una sociedad donde se valora el éxito y el triunfo.
Y es que si de antemano estamos sintiendo temor a que la relación deje de ser lo que fue en sus comienzos, seguramente esa relación fracasara. Pero si logramos entender que las personas estamos en constante cambio y que la necesidad de las personas es en un momento de sus vidas de una manera y con los años de otra; esto hará que perdamos el miedo y aceptemos que cuando uno cambia, cambia la relación.
El temor a perder la libertad, se presenta como uno de los principales impedimentos para formar una pareja en la actualidad. La responsabilidad, de llevar adelante una relación tanto para los hombres como para las mujeres, los lleva casi al pánico, los paraliza, hasta el punto que prefieren dar por terminada la relación, antes que continuar pensando en establecer una relación formal. Pero, ¿Qué se esconde detrás de ese miedo, cuál es la libertad que se pierde? Y es que hasta hace unos años todo era más fácil, se llegaba al casamiento y todos sabían los pasos a seguir. El hombre al trabajo, la mujer en la casa; luego la llegada de los hijos, la educación y… Así transcurría la vida en pareja.
Pero todo ese mundo predecible quedo atrás, dejó de funcionar, las formas de amor que vivieron nuestros abuelos y/o padres cambiaron. Las parejas de ahora no son como las de antes. Hoy en día, muchos matrimonios deciden no tener hijos. Muchas mujeres deciden tener hijos, solas. La gran mayoría de mujeres trabajan igual o más que los hombres. Muchos padres que se divorcian deciden hacerse cargo de sus hijos. Las mujeres salen solas con sus amigas. Los hombres con sus amigos. Son muchas las formas de relación que existen.
Entonces ¿por qué el miedo?, si la relación, la libertad, puede abordarse de múltiples maneras. O será que la verdadera razón es el miedo a la responsabilidad y no necesariamente la económica; miedo a la responsabilidad del amor, a la lealtad, a la solidaridad. O miedo al fracaso en una sociedad donde se valora el éxito y el triunfo.
Y es que si de antemano estamos sintiendo temor a que la relación deje de ser lo que fue en sus comienzos, seguramente esa relación fracasara. Pero si logramos entender que las personas estamos en constante cambio y que la necesidad de las personas es en un momento de sus vidas de una manera y con los años de otra; esto hará que perdamos el miedo y aceptemos que cuando uno cambia, cambia la relación.
lunes, 10 de marzo de 2008
Había una vez...
SEXUALIDAD Y MUJER
Claudia Campos. MHS
"Había una vez..."
Durante muchos años nos educaron contándonos cuentos acerca de mujeres que dormían un largo sueño hasta que un varón, príncipe y valiente, llegaba; se acercaba, nos veía "hermosas", nos tocaba con su varita mágica y solo entonces nosotras, mujeres, comenzábamos a vivir... "
Y se casaban, eran felices y comían perdices”. En general el cuento terminaba allí.
Por otra parte la realidad era que si alguna de nosotras quería estudiar mas allá de nuestra escuela primaria o secundaria, nuestros padres, "que sabían", nos miraban sonrientes diciéndonos: " Una mujer no necesita saber, estudiar no te servirá porque pronto te casaras y tu principal función estar en atender a tu marido. Siempre es mejor no saber mas que él, tener hermosos hijos y educarlos"... Quiere decir que somos educadoras sin formación, transmisoras de conceptos sobre los que no hemos reflexionado y que en general perpetúan valores que a nosotras, las mujeres, nos disminuyen, nos esclavizan y nos hacen sufrir.
Me pregunto, ¿si estaremos criando a nuestros hijos e hijas en forma diferente en contenidos y formas a los que fuimos criadas nosotras? Pues durante siglos nos creímos todos esos cuentos en los cuales el varón nos daba vida, alegría, placer, conocimiento de nuestro cuerpo: el nos daba un beso y algún resorte nos hacia mujeres muy felices para siempre...
Por fortuna este cuento se acabó. Y se acabó porque la vida, la realidad, nos hizo sentir y saber de manera muy diferente: no hay príncipes, ni los queremos. Los varones no siempre nos hacen vibrar porque saben muy poco de nosotras como personas, de nuestro cuerpo, y de nuestras reacciones. Porque para algunos de ellos, hasta ahora, somos algo así como complementos que necesitan para crecer mejor en lo público y para ser mejor atendidos "por empleadas" en lo privado.
También hemos comprendido que para nosotras estudiar es muy necesario y que hay que terminar con la injusticia de que en el mundo de cada 100 analfabetos alrededor de 70 son mujeres, que para educar hay que tener acceso a la educación en todos los niveles; que hay que erradicar todo analfabetismo, incluso el sexual.
Nosotras las mujeres perdimos conciencia de nosotras mismas, lo que queremos, nuestros deseos, nuestro crecimiento, nuestro cuerpo, para ser "despertadas" por otro y ser "despertadoras" de otras personas.
Este mundo nos da miedo, pertenezcamos a la clase social a la que pertenezcamos: el mundo público nos es desconocido.
Por eso debemos luchar para integrar nuestra vida privada a nuestra vida pública. Porque lo privado también es político. De nada sirven las reivindicaciones que se obtengan en el afuera si no se modifica la relación en el seno de la familia: "Democracia en la calle y en la casa".
Debemos luchar para derribar mitos: hacernos personas completas y que no sigamos creyendo los cuentos que nos contaron y nos cuentan: para de esta forma recorrer el camino junto a otros creando un mundo diferente, donde la paz, la igualdad, la justicia y la solidaridad sean los valores fundamentales para hombres y mujeres que conocemos los derechos humanos que nos corresponden.
Claudia Campos. MHS
"Había una vez..."
Durante muchos años nos educaron contándonos cuentos acerca de mujeres que dormían un largo sueño hasta que un varón, príncipe y valiente, llegaba; se acercaba, nos veía "hermosas", nos tocaba con su varita mágica y solo entonces nosotras, mujeres, comenzábamos a vivir... "
Y se casaban, eran felices y comían perdices”. En general el cuento terminaba allí.
Por otra parte la realidad era que si alguna de nosotras quería estudiar mas allá de nuestra escuela primaria o secundaria, nuestros padres, "que sabían", nos miraban sonrientes diciéndonos: " Una mujer no necesita saber, estudiar no te servirá porque pronto te casaras y tu principal función estar en atender a tu marido. Siempre es mejor no saber mas que él, tener hermosos hijos y educarlos"... Quiere decir que somos educadoras sin formación, transmisoras de conceptos sobre los que no hemos reflexionado y que en general perpetúan valores que a nosotras, las mujeres, nos disminuyen, nos esclavizan y nos hacen sufrir.
Me pregunto, ¿si estaremos criando a nuestros hijos e hijas en forma diferente en contenidos y formas a los que fuimos criadas nosotras? Pues durante siglos nos creímos todos esos cuentos en los cuales el varón nos daba vida, alegría, placer, conocimiento de nuestro cuerpo: el nos daba un beso y algún resorte nos hacia mujeres muy felices para siempre...
Por fortuna este cuento se acabó. Y se acabó porque la vida, la realidad, nos hizo sentir y saber de manera muy diferente: no hay príncipes, ni los queremos. Los varones no siempre nos hacen vibrar porque saben muy poco de nosotras como personas, de nuestro cuerpo, y de nuestras reacciones. Porque para algunos de ellos, hasta ahora, somos algo así como complementos que necesitan para crecer mejor en lo público y para ser mejor atendidos "por empleadas" en lo privado.
También hemos comprendido que para nosotras estudiar es muy necesario y que hay que terminar con la injusticia de que en el mundo de cada 100 analfabetos alrededor de 70 son mujeres, que para educar hay que tener acceso a la educación en todos los niveles; que hay que erradicar todo analfabetismo, incluso el sexual.
Nosotras las mujeres perdimos conciencia de nosotras mismas, lo que queremos, nuestros deseos, nuestro crecimiento, nuestro cuerpo, para ser "despertadas" por otro y ser "despertadoras" de otras personas.
Este mundo nos da miedo, pertenezcamos a la clase social a la que pertenezcamos: el mundo público nos es desconocido.
Por eso debemos luchar para integrar nuestra vida privada a nuestra vida pública. Porque lo privado también es político. De nada sirven las reivindicaciones que se obtengan en el afuera si no se modifica la relación en el seno de la familia: "Democracia en la calle y en la casa".
Debemos luchar para derribar mitos: hacernos personas completas y que no sigamos creyendo los cuentos que nos contaron y nos cuentan: para de esta forma recorrer el camino junto a otros creando un mundo diferente, donde la paz, la igualdad, la justicia y la solidaridad sean los valores fundamentales para hombres y mujeres que conocemos los derechos humanos que nos corresponden.
miércoles, 5 de marzo de 2008
Intimidad y Amor: Cuestión de piel
Claudia Campos. MHS
Cuantas veces Ud. ¿ha sentido una profunda necesidad de estar a solas con su pareja? ¿De estar completamente lejos, sin nadie interponiéndose entre ustedes? ¿Inclusive sin sus hijos?
Pues bien es precisamente este espacio de intimidad el que las parejas debemos buscar para fortalecer la relación, es un aspecto indispensable en la construcción de una pareja sana y satisfactoria. Es poner en orden nuestras ideas, nuestros sentimientos e ilusiones. Buscar momentos de intimidad para expresar el amor o para conversar o para jugar o simplemente para pensar y meditar.
Es cierto que la socialización, el compartir con amigos y amigas momentos que nos saquen de la rutina, es un aspecto importante para muchas parejas; pero cada vez con mayor énfasis, muchas parejas desean tener momentos de intimidad y soledad.
Pero ¿se ha preguntado qué significa para Ud. y su pareja la intimidad?
Para algunas personas tener momentos de intimidad significa: Compartir y saborear las cosas de la vida con esa persona especial; una cena, una película, una chimenea encendida, un vino. Para otras es estar a solas seguros de su privacidad, para hacer el amor. Tener un territorio donde los demás no tengan acceso. Puede ser un espacio de ideas o emociones o pequeñas cosas compartidas, un refugio de las alegrías de la vida, un privilegio de soledad, un sueño entre dos.
O como lo dice el escritor Robert Sternberg en su libro El triángulo del amor; la intimidad se refiere a aquellos sentimientos dentro de una relación que promueven el acercamiento, el vínculo y la conexión.
O la definición dada por H.S.Kaplan, especialista en temas de sexualidad y pareja cuando dice que la intimidad es “un lazo afectivo... que incluye una preocupación mutua, responsabilidad, confianza y comunicación”. Y yo añadiría que la intimidad aparece cuando tocamos y nos dejamos tocar, sin miedos. Cuando sentimos que se puede ser realmente quien se es, sin mascaras ni convencionalismos.
Una intimidad que es más cuestión de piel que de sexo, donde la necesidad de contacto corporal predomina sobre las exigencias genitales.Claudia CamposPara comunicarse con Claudia:ugarcamp@hotmail.com
240-426-3756
Cuantas veces Ud. ¿ha sentido una profunda necesidad de estar a solas con su pareja? ¿De estar completamente lejos, sin nadie interponiéndose entre ustedes? ¿Inclusive sin sus hijos?
Pues bien es precisamente este espacio de intimidad el que las parejas debemos buscar para fortalecer la relación, es un aspecto indispensable en la construcción de una pareja sana y satisfactoria. Es poner en orden nuestras ideas, nuestros sentimientos e ilusiones. Buscar momentos de intimidad para expresar el amor o para conversar o para jugar o simplemente para pensar y meditar.
Es cierto que la socialización, el compartir con amigos y amigas momentos que nos saquen de la rutina, es un aspecto importante para muchas parejas; pero cada vez con mayor énfasis, muchas parejas desean tener momentos de intimidad y soledad.
Pero ¿se ha preguntado qué significa para Ud. y su pareja la intimidad?
Para algunas personas tener momentos de intimidad significa: Compartir y saborear las cosas de la vida con esa persona especial; una cena, una película, una chimenea encendida, un vino. Para otras es estar a solas seguros de su privacidad, para hacer el amor. Tener un territorio donde los demás no tengan acceso. Puede ser un espacio de ideas o emociones o pequeñas cosas compartidas, un refugio de las alegrías de la vida, un privilegio de soledad, un sueño entre dos.
O como lo dice el escritor Robert Sternberg en su libro El triángulo del amor; la intimidad se refiere a aquellos sentimientos dentro de una relación que promueven el acercamiento, el vínculo y la conexión.
O la definición dada por H.S.Kaplan, especialista en temas de sexualidad y pareja cuando dice que la intimidad es “un lazo afectivo... que incluye una preocupación mutua, responsabilidad, confianza y comunicación”. Y yo añadiría que la intimidad aparece cuando tocamos y nos dejamos tocar, sin miedos. Cuando sentimos que se puede ser realmente quien se es, sin mascaras ni convencionalismos.
Una intimidad que es más cuestión de piel que de sexo, donde la necesidad de contacto corporal predomina sobre las exigencias genitales.Claudia CamposPara comunicarse con Claudia:ugarcamp@hotmail.com
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