Claudia Campos. MHS
Cuando llega la época de las vacaciones, muchas parejas logran romper con su rutina de vida y de pareja. ¿Qué será lo que sucede en ese breve período del año? ¿Qué diferencias se establecen con la vida sexual de los meses anteriores? ¿Coincide acaso con las variaciones climáticas?
Todas estas inquietudes son importantes para que las parejas tomen conciencia de aquellas cosas distintas que les permiten disfrutar plenamente del encuentro amoroso o por el contrario, de aquellas que les inhiben el placer.
Todo el mundo sabe que el estrés en la vida cotidiana limita y afecta la calidad de vida de la pareja y que, cuando éste desaparece, mejora la calidad de las relaciones. Es por ello que durante las vacaciones aumenta el interés sexual, la frecuencia y el placer de parejas cuya relación es buena, pero sin oportunidades de intimidad.
Para otros, sin embargo, las vacaciones no son propiamente un paraíso, sino, por el contrario, agudizan las distancias y lo que es peor, demuestran que aunque se elija el lugar más caribeño, las cosas no cambian.
Nada hay más patético que contemplar a una pareja tratando de jugar una ficción de segunda luna de miel y añorando sentir la pasión de hace algunos años. Cuando se llega a ese estado, tal vez resultaría mejor tomar vacaciones por separado y abrir una ventana a una situación sofocante.
En diciembre las vacaciones están cerca, y con ello, si la situación económica lo permite, llega el momento de elegir a donde ir. No sobra hacerse algunas reflexiones antes de tomar la decisión.
En primer lugar pregúntese ¿qué es lo que busca? : descanso, diversión, vida en familia, reencuentro de la pareja, activar una vida sexual o romance. Porque si lo que busca es reencuentro, intimidad y sexo, es poco probable que tenga éxito si las vacaciones incluyen a todo el grupo familiar, abuela, nana y perro. En este caso tal vez resulte mejor dividir las vacaciones, el primero –aunque sea breve- destinado a la pareja; el segundo para la familia.
Toda pareja necesita, para realimentarse, de espacios propios. Sin nadie a su alrededor, ni hijos ni familia ni amigos ni televisor. Claro que esta propuesta tiene un riesgo, puede ser que se den cuenta, al estar solos, que ya no tienen mucho que compartir. Pero esa conciencia, en definitiva, también es un logro, porque muestra que más que preocuparse de las vacaciones, deben preocuparse y hacer algo por su relación de pareja.
Claudia Campos. Psicóloga Clínica. Master en Sexualidad Humana y Pareja
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